jueves, 18 de febrero de 2010

Escritores, antropólogos

Escritor y antropólogo (o historiador, no hay grandes diferencias) el autor de este blog ha sido lo primero un poco antes y un poco mas que lo segundo, pero la mayor parte del tiempo se dedica a la vez a lo uno y a lo otro. Estima que son ocupaciones distintas, pero por motivos diferentes a los que pueden parecer más obvios.
Por ejemplo, no cree que lo sean porque deban hablar lenguajes diferentes. Las ciencias humanas han devanado muchos sesos para llegar a fórmulas o ecuaciones como las de las ciencias exactas: no lo han conseguido, o lo que han conseguido ha sido limitado o carente de interés. A falta de fórmulas hay quien se conforme con jergas especializadas (herramientas conceptuales, según cierta pedantería de taller) que suelen impresionar a los legos y especialmente a los burócratas. Pero las ciencias humanas no planean sobre los seres humanos; se mueven entre ellos, y por eso su único instrumento es ese mismo lenguaje corriente entre los humanos, con sus retóricas y sus metáforas. Historiadores, antropólogos, filósofos o literatos tienen en común ese recurso único (y mucho mas rico que cualquier conjunto de herramientas), y valen por lo que consiguen decir con él. No creo, así, que se pueda hacer ciencia humana de verdad que no sea al mismo tiempo una literatura al menos aceptable.
Tampoco creo que la literatura pueda dejar de ser una especie de ciencia; ni siquiera un chiste tiene gracia si no descubre algo. No me parece aconsejable que escriba novelas o poemas quien no haya descubierto algo y esté dispuesto a contarselo a su lector. No es que haya que instruir deleitando, la literatura pedagógica se conoce porque recita, no porque piense; de lo que se trata es de escribir pensando, y no haciendo dormir.
Pero sobre todo, ¿qué se puede esperar de alguien que nos diga que la ciencia trata de verdades y la literatura de ficciones? Ya Aristóteles dijo que la verdad poética es de un orden mas general que la histórica, ella trata de algo mas –otros posibles, alternativas- que los hechos que por acaso llegaron a realizarse, no más verdaderos por eso(aquí, lo reconozco, cito más los posibles de Aristóteles que a Aristóteles mismo). Y los buenos científicos, escaldados de sobra, ya saben que las verdades históricas son, antes que nada, ficciones mas autorizadas que otras, y no hechos que se encuentren por ahí, tangibles como guijarros.

Y sin embargo hemos quedado en que se trata de oficios distintos. Es sabido que cualquier antropólogo o cualquier historiador fracasa si no cita debidamente sus fuentes o si no atiende a lo que sus fuentes dicen o piensan, a lo que van a pensar o decir de sus conclusiones; es el amanuense de una multitud. La literatura puede ser en el fondo una labor igualmente publica, pero el pretexto de la ficcion permite que su autor se haga el sordo. Es, como su nombre indica, algo mas abrazado a la tinta y el papel, un mensaje en una botella que alguien o nadie puede encontrar y leer. Algo mas apropiado cuando el autor se siente mas a gusto trabajando a solas.

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